lunes, 29 de agosto de 2011

Agua Potable, Agua de Mar


Es de noche y el mar está muy picado. Las olas parecen enormes montañas de agua que vienen y van. Soy chófer de Oscar Arias. Voy manejando una bicicleta alta que sostiene un carruaje antiguo metálico, impulsada gracias al viento por una enorme vela, aunque a veces tenemos que pedalear.

Nos dirigimos a una isla cerca de Puntarenas. Además nos acompañan invitados especiales, el mar comienza a ponerse violento y me siento tranquilo de llegar a tierra.  En el lugar no hay nada más que una casa. No cualquiera, una muy lujosa, perfectamente iluminada con velas, llena de ventanales que dan a una terraza de piedra, todo guarda una elegante distancia.

Entramos, la mesa está servida. Todo está tallado con laboriosos detalles rococó de madera, las paredes y los adornos parecen colecciones del siglo XIX, cubiertos dorados, enormes candelabros que cuelgan del techo, sillas de ancho respaldar.

Pido disculpas para ir al baño, es igualmente suntuoso, tan grande como una habitación, de mármol añejo, grifería de plata. Pienso ¿si me lavo las manos saldrá agua potable, agua de mar?

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Una bitácora pública de sueños.