Pasajes Oníricos

jueves, 26 de julio de 2012

Es raro y es hermoso

Nunca tuve interés en asistir a un concierto de NKTOB, pero ahí estaba en el Palacio de los Deportes en Heredia. No se parece mucho, es más pequeño, con graderías de cemento, parece el gimnasio de un colegio no en muy buen estado. El escenario acorde con la escena, es bastante reducido, improvisado, el lugar está muy vacío, la está gente sentada con piernas cruzadas en el piso, el evento claramente carece de un buen ambiente.

El concierto sonaba muy mal, por eso lo detuvieron. Luego sin entender por qué, inicia una especie de evacuación y adivino, aunque no lo siento, que hay un fuerte temblor. La gente no muy contenta empieza a salir, yo sabía que, aunque no estábamos juntos, mi hermana estaba ahí. Intentaba hacer llamadas con mi celular, pero no funcionaba. En el algún momento en la calle, en medio de un tumulto, encontré a mi hermana, pudimos conversar sobretodo pensando en mami. Afortunadamente ella ya le había enviado varios mensajes para que estuviera tranquila, estamos bien.

Todo bien. No sé cómo mi tía Marietta estaba ahí. Me fui con ella en su carro. Íbamos manejando, subiendo por un camino oscuro en la parte alta de una montaña, en medio de una bruma y una suave neblina como al final de una tarde, como cuando acaba de llover, bastante sólo. Aunque es de noche, hay una luna llena que deja ver todo verde y a lo lejos, bajo un intenso cielo azul casi morado, lleno de luces San José. No sé para dónde vamos o porqué. Pienso que es hermoso.

domingo, 8 de julio de 2012

Himalayas

Anoche en medio de una tormenta en el Himalaya te fuiste por el río Ganges

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Ver Para Abajo Me Da Miedo

Aquel paisaje que siempre soñé se hace realidad. Montañas que pegan con el cielo, caminos verdes de parajes infinitos, es un día de sol que se acaba. Sé que estoy afuera del país, parece Suiza, puede ser Irlanda. Vamos en un bus muy alto. No sé cuántos, pero somos muchos.

El bus avanza en dirección al sol que se esconde detrás de una montaña. Recuerdo perfectamente el atardecer intenso, recuerdo tratar de hacer mil fotos contra luz. Si miro al frente siento emoción y confianza. Si por el contrario miro hacia abajo, me da pánico, el bus viaja a escasos centímetros del borde de un acantilado, caer es inminente. No quiero ver. Me da miedo.

Nos detuvimos en medio de una casa que está dentro de la montaña, hay una ventana y se puede ver de lado a lado. Pasando la parte más riesgosa sin caer llegamos a un área de descanso. Nos bajamos en Mc Donalds. Reconozco a Patito, mi ex compañera del colegio. Le decíamos patito porque se llamaba Patricia y era pequeña. También reconozco a Angelina Jolie.

Angelina, como parte de su labor humanitaria, toma mi orden: un combo de Big Mac. Pienso en artistas como ella, qué culpa extraña con la vida la llevará a comportarse así. Patito y yo comemos pero ella se va haciendo más y más pequeña. Me da tanta curiosidad saber cómo hace para andar en la calle ¿no teme alguien un día la maje sin querer?

lunes, 5 de septiembre de 2011

El Juego


Mi función es permanecer callado. Después de eso no sé qué otra función debo cumplir. Creo que en todo esto soy la persona menos peligrosa. No sé si es un juego o una película. Tampoco sé de quién soy aliado. Sé que hay problemas.

Frente a mi pasan una serie de actos violentos, es una masacre con armas, gente con disparos en la frente, disparos en la boca,  sucede repetido una y otra vez. Es muy sangriento. Mientras no hable, no me mueva, no diga algo bueno o malo, a mí no me va pasar nada. Tampoco me puedo ir, solo veo escenas violentas.

Es de noche y cerca hay una bodega. Es alta, aunque es enorme está decorada en un ambiente de un único espacio, una cama, unos estantes llenos de libros, lámparas colgantes, hay una colección de discos de música, mucha gente, todo distanciado, minimalista. Están mis amigos, no reconozco a ninguno pero nos comportamos como si nos conociéramos de toda una vida. El dueño se acerca, me saluda con gracia y me dice “no ocupás más para vivir, en una bodega así podés tener todo”. La fiesta sigue.

Estoy nervioso porque sé que algo va pasar. Sé que ellos van a llegar, van a disparar. Sé que quieren matar a alguien, pero no sé quién es. Sé que van a llegar en cualquier momento y sé que va suceder lo mismo: a sangre fría, sin importar quiénes, cuántos o porqué, van a morir asesinados.

Afuera hay un corredor de ocre largo, vacío. Cerca de la bodega no hay nada, campo rodeado de árboles, mosquitos, apenas iluminado por la luna y un bombillo amarillo.  Mi mamá está ahí, aunque no puedo verla.  También está mi sobrino, aunque físicamente no es el mismo.

En todo en rededor hay serpientes, son oscuras, unas se mueven. otras están enrolladas, son grandes, son muchas, el niño sin ver está jugando parado sobre ellas. Yo lo regaño y le pido que pase.

Sigo caminando hasta el final del corredor cerca hay una calle de tierra, en la mitad hay un viejo camión Ford. Me subo en la tapa, de lejos puedo ver la bodega iluminada.  Estoy sentado, sé que van a llegar.

lunes, 29 de agosto de 2011

Agua Potable, Agua de Mar


Es de noche y el mar está muy picado. Las olas parecen enormes montañas de agua que vienen y van. Soy chófer de Oscar Arias. Voy manejando una bicicleta alta que sostiene un carruaje antiguo metálico, impulsada gracias al viento por una enorme vela, aunque a veces tenemos que pedalear.

Nos dirigimos a una isla cerca de Puntarenas. Además nos acompañan invitados especiales, el mar comienza a ponerse violento y me siento tranquilo de llegar a tierra.  En el lugar no hay nada más que una casa. No cualquiera, una muy lujosa, perfectamente iluminada con velas, llena de ventanales que dan a una terraza de piedra, todo guarda una elegante distancia.

Entramos, la mesa está servida. Todo está tallado con laboriosos detalles rococó de madera, las paredes y los adornos parecen colecciones del siglo XIX, cubiertos dorados, enormes candelabros que cuelgan del techo, sillas de ancho respaldar.

Pido disculpas para ir al baño, es igualmente suntuoso, tan grande como una habitación, de mármol añejo, grifería de plata. Pienso ¿si me lavo las manos saldrá agua potable, agua de mar?

sábado, 13 de agosto de 2011

India

Es un bar o restaurante, me recuerda aquel de Londres. Es en un segundo piso, no sé quiénes me acompañan. Escucho que afuera sucede algo, tengo la impresión de un robo, un asalto o un enfrentamiento. Me asomo por la ventana, casi todos visten con unas largas túnicas negras de estilo árabe. Hay mucha gente, vendedores de alimentos, todos levantan sus productos para huir. Alguien adentro me avisa que estoy arriesgando mi vida, no debo ver por la ventana si no visto una túnica, fácilmente reconocerían que no soy de ahí y me expongo a un secuestro. Inmediatamente nos vestimos con una túnica para salir corriendo en dirección hacia la estación del tren.


Parece que es Calcuta, o una ciudad llamada Nueva Calcuta. La estación  es enorme, vieja, desordenada como todo en la India, los rieles y el techo están muy oxidados, no entendemos bien las direcciones. Los trenes son blancos con una línea purpura a lo largo pintada en la mitad, van, vienen y no entendemos cuál tomar. Buscamos salir a Londres o Paris, parece que algunas líneas hacen a ruta. Un desconocido nos advierte de la urgencia irnos, corremos el riesgo de quedar varados. Desobedeciendo mi presentimiento tomamos un tren en la dirección contraria.  

De viaje el paisaje cambia, vamos a un pequeño poblado en una montaña aparentemente bastante influenciado por occidente, hay muchas calles y mucho comercio, lleno de residenciales muy planeadas. Es un lugar seguro, lejos del alboroto de Calcuta. Cuando bajamos pienso, tal vez alguien nos diga cómo salir a Londres o Paris. 

domingo, 31 de julio de 2011

La dirección correcta

2.
Espero el bus en la parada de siempre.  Al subir me sorprendo de ver a Laura sentada en segunda fila. Nos saludamos, me siento a su lado mientras me cuenta que va perdida y no sabe dónde va. De repente ambos caemos en razón de que, aun cuando pensaba que había tomado la periférica correcta, vamos en dirección contraria. No importa mucho, seguimos muy entretenidos hablando felices, amenos. Yo sé dónde estoy, soy de por acá y nada importa mucho, no hay prisa. Atentos por la ventaba vamos viendo la calle para bajar en el lugar apropiado para subir al bus en dirección correcta. Bajamos, tomamos nuevamente el bus y seguimos nuestra conversación.
                                                         

Acerca

Una bitácora pública de sueños.