domingo, 12 de diciembre de 2010

La Oscura Casa

Buenos Aires se ve oscura. En esa vieja casa, de madera, gris por dentro y por fuera. Su diseño victoriano contrasta con el abandono. Ese cuarto me inquieta, algo sucede, alguien ha muerto.


En la sala hay un ambiente siniestro, entre sombras, no dudo que está lleno de polvo anejo y descuidado. Seis hippies argentinas acomodan sus sábanas blancas distanciadas dejando campo para pasar entre ellas.
Fuman marihuana como chimeneas mientras colocan collares y artesanías para vender. Me asombra la naturalidad con que lo hacen.

Ahí estoy, pero me siento incómodamente ajeno a todo, me siento tan extraño en esa ciudad.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

La Tormenta

Penthouse piso 60 en algún rascacielos de Dubái. La directora detrás del bar dirige los actores en un escenario blanco, con un aire moderno y minimalista; sin cambiar los roles, las mujeres en sus típicas escenas lésbicas y los hombres erigen el pene como protagonista.  Perplejo mi mirada no sabe si ver el acto o la impresionante vista, por las ventanas a lo lejos pequeñas luces de interminables calles en una ciudad sin fin.

Abajo caen desde lo más alto del edificio unas banderas de proporciones gigantes, largas que se deslizan como listones a lo largo hasta una explanada. Una bandera es azul con blanco, otras no recuerdo,  pero reconozco Corea del Sur y Costa Rica.  Al final se repliegan en un rollo como alfombras.

McCoy es el encargado del negocio de lavado de dinero y necesita una mula en el próximo viaje. Soy el único costarricense que puede entrar a Corea del Sur, al menos soy la persona menos sospechosa. Acepto porque es mi trabajo.

Una muralla rodea el complejo, afuera nos espera una limusina Hummer y detrás bajan con trajes árabes algunos socios que desconozco, rodeados de acompañantes armados. McCoy permite al cabecilla y su guardaespaldas particular subir a la limusina.

Ahora en San José, el árabe viene de Dubái y solo escucho en silencio la conversación sobre su cansado viaje de 14 horas con apenas dos de sueño. La limosina ahora es un bus que nos lleva a Panamá con un grupo de personas igualmente desconocidas. En medio del cerro de la muerte llegamos a la frontera. Hay una playa de arenas blancas con un intenso y hermoso atardecer.

Frente al mar, McCoy acostado disfrutando el paisaje a la orilla y Wolf sentado frente al sol. Pregunto a McCoy si alguna vez se deja tocar por el agua salada, su respuesta es clara: nunca se deja abrazar por el mar. Súbitamente una inadvertida ola pasa sobre ambos sin tiempo para esquivarla. La ironía fue inevitable.  

Y el panorama cambió, alguna gente quedó en medio del mar. El oleaje rompe ahora convertido en una feroz tormenta, el cielo oscuro y gris cae pedazos entre rayos ráfagas de vientos. Permanezco protegido en un edificio angosto que funciona como un paso entre ambos países. Es una estructura alta, de paredes de vidrio enlazadas por marcos dorados. A un lado en un extremo hay unas escaleras en piedra.

Detrás impotentes vemos como tratan de salvarse los otros. Gritamos, no nos oyen. Las olas golpean sin tregua los vidrios queriendo derribar todo.

Veo cerca del final de la playa se levanta entre el agua algunas piedras. Eva viene en un pequeño auto amarillo bordeando la orilla acompañada de otra mujer con el cabello azul.  Corre hasta dónde estoy, su amiga fracasa en el primer intento. Gritamos hasta que una ola la revienta frente nuestros pies. Su pelo se destiñe con el agua lentamente por el piso ante mis ojos.

lunes, 19 de julio de 2010

Donde mi lenguaje no tiene ningún sentido

Lo primero que pensé fue siempre encuentra uno alguien que hablé español. De repente vino a mi mente aquel puente que cruzaba el bus y llevaba todas las señoras mexicanas hasta Twin Falls. Ya sabía que en Bangkok iba tener problemas de comunicación.

No esperaba un día tan gris y menos ríos turbulentos color chocolate. No importaba mucho, era nuestro primer viaje.

Cae la noche y estamos en el lado equivocado del puente donde atracan los barcos. Las lanchas no pueden llevarnos al otro lado. Los demás turistas se las ingenian para devolverse. Es momento de empezar a preocuparse.  Ryan, voy a tratar de cruzar.

Sobre el puente desborda el agua que corre furiosa y cae sobre el río. No importa de dónde viene, la inundación no da tregua y el colapso es inminente. Un pretil se asoma entre los torrentes de agua y algunas barandas pueden servir para agarrarse, mientras un desconocido trata de desviar inútilmente el agua con una vieja escoba.

Brinco como puedo sosteniéndome hasta llegar al otro lado. Lo logré.  Aún no sé dónde estoy, las gradas están sucias y las señoras mexicanas están limpiando. Me recuerdan las trabajadoras de Idaho, en todo lugar del mundo hay mexicanos, hasta en Tailandia. Gracias a ellas sé cómo regresar al hotel Rimma TenPack. Justo bajando las gradas sobre la calle pasa el bus número diez. Ese me lleva directo.  

Saliendo hay muchas luces, tiendas, rótulos de neón. El taxi me lleva tranquilo en una ciudad que no conozco,  donde mi lenguaje no tiene ningún sentido.

viernes, 25 de junio de 2010

La Rueda Elan

Es de noche y cerca de casa hay una rueda de Chicago. La rueda se encuentra suspendida en el aire, por una serie de cuerdas que juegan con la gravedad y el peso de las personas.

Es una rueda de cuatro vértices, parece metálica, blanca, muy similar a los contornos del batidor de gancho de una batidora Kitchenaid.

Amarrado está Ernesto, dando vueltas, no va rápido,  parece un yoyo que se enreda y desenreda con el movimiento de unos hilos de acero.

Y qué tan loco pienso, mientras Sindy yo vemos impresionados.

La Rueda Elan.

domingo, 20 de junio de 2010

Maya en el Mar

Recuerdo haber estado en aquella inmensa playa, desolada, extendida hasta el infinito. Caminar despacio por la arena, casi en cámara lenta. Recuerdo las violentas olas, el fuerte viento y al fondo el contraste azul entre océano y el cielo.  Me desconcierta pero me gusta.

Lejos veo a Lourdes. Viene con su perrita Maya en brazos, nos saludamos, nos abrazamos. Cuenta que siempre va al mar con Maya.

Le digo que es peligroso, el mar golpea fuerte y adentro las olas revientan.

Ella insiste “Maya siempre se baña en la orilla, le encanta” ¿qué puedo o decir? Mis ojos bastan.

Mojo mis pies en la orilla, Maya me sigue y juega. Pero el mar empieza a subir, la playa deja su planicie separándose como un acantilado.  Subimos rápido apoyados en la arena, justo al borde dónde el mar no da tregua.

Estamos a salvo pero angustiados por Maya ahora perdida en la inmensidad. 

domingo, 30 de mayo de 2010

El y Mercedes

Parte uno.

Allá por Curridabat, cerca del Indoor Club caminamos en una hermosa bahía. Alrededor y a lo lejos edificios de todos tamaños y muchos barcos, con sus luces encendidas al atardecer.  Encontramos este edificio, largo y alto, tal vez de unos diez pisos. Parece un montaje de piezas de lego de  colores, muy muy delgado y rozando el borde de la playa, con una vista espectacular al mar. El edificio se mueve como gelatina, parece que el viento lo va derribar en cualquier momento.

¿No crees que ese edificio está mal construido? me parece que no, mirá el cimiento, dice él. Solo una columna sostiene el edificio. Bueno, pienso, la vista es espectacular, debe serlo. Sí, dice él.

Mirá el edificio al lado color papaya, con columnas enormes, bolas de cemento y partes con todas formas geométricas posibles, simétricas y asimétricas, un rejuntado de todo lo polo y lo fino.

Caminamos hasta una plaza, parece la plaza de la cultura, pero diferente. Mucha gente se amontona con niños y niñas. Vienen estos personajes vestidos en peluche, teletubbies mezclados con lagartijas, color morado, amarillo y verde. Parecen personajes de manga mal dibujados.

Debe ser una fábula que nunca he visto, sin embargo parece causar un furor entre los asistentes. Nos miramos ¿qué será eso? Nos reímos. Nos acercamos.

Entonces él queda atrapado entre el tumulto desenfrenado, me alejo, le espero.

Parte dos

Mercedes sosa graba su último video, el cover de Pandora, “Cómo te va mi amor”. Un trío con una joven de gran busto y una ex integrante del grupo.

Sucede en una casa de un largo pasillo. Mercedes tiene puesta una faja azul, apretando su abdomen y dejando al descubierto partes que evidencian su obesidad. La joven de grandes senos tiene una camisa fucsia igualmente ajustada.

Mercedes lanza un balón desde su panza, la mujer lo recibe en sus senos y se lo devuelve varias veces al coro con la ex pandora, la única de traje blanco formal. Es violento.

Pero ¿qué estaría pensando al hacer este video antes de morir?

viernes, 30 de abril de 2010

Desahuciado

El profesor nos espera sentado, la clase pequeña con algunos pocos compañeros. Le entrego mi trabajo y me lo devuelve, es una mierda, lo peor que ha visto.

Le digo que se equivoca, con total seguridad y convencido de su error. Cerca veo a Sindy, Ernesto y otra amiga, con mi mirada estoy diciendo que necesito su apoyo, tengo la razón. Pero ellos ríen, se burlan y dicen que me equivoco. El trabajo es una mierda. “reconócelo, es una mierda, es lo peor que hemos visto”.

Me invade una sensación inmensa de tristeza. Estoy abatido. Nada tiene sentido. El profesor está muy molesto. Siento el mundo contra mí. Sé que hay algo mal y quiero mantenerme ecuánime, trato de ignorar lo que sucede. Tomo mis cosas, rápido las pongo en mi salveque, mis amigos me miran como a un loco, con actitud de imbécil, quien no sabe lo que hace, pero dejémosle

Cuando me levanté de la silla el profesor señala que no regrese a clases con un trabajo así, luego agacha la mirada nuevamente hacia el escritorio. Mis amigos me ignoran, hacen ver que mi comportamiento es un capricho sin sentido, que el trabajo está mal.

Mientras salgo de la clase voy colocando los audífonos en mi oído, al darle play “There Goes a Tenner”, bajo las gradas, hay una plaza, tiene dos pisos el aula está arriba, abajo un pabellón y una piscina. Me siento mal.

lunes, 26 de abril de 2010

Mermelada

Islotes pequeños que forman una ciudad cosmopolita, tal vez Miami. Entre cada pequeña isla hay un puente, ancho, de piedras de cemento pintadas de blanco. Paralelo corre una acera sobre el agua que conecta electricidad a cada isla.

Ahí queremos quedarnos, sin pagar la electricidad. Sobre el extenso puente camina la gente, hay alguna celebración o feria. Mientras, salto de isla en isla tratando de no caer al agua sobre la acera paralela, es peligroso.

Queremos quedarnos, sin pagar. En la última isla hay una torre redonda, comunicada con un segundo nivel por medio de unas gradas de caracol que bajan. Abajo hay un hueco, hay velas prendidas. Un grupo de unas cinco personas negras está ahí, ¿sacerdotes? Al menos uno lo es.

A cargo de ese grupo de sacerdotes está ella. Despreocupada recibe la llamada en su celular, a él lo mataron. A un negro lo han matado tratando de robar la electricidad, yo sé. A ella le cuentan que le han hecho trizas; mientras veo en manos de alguien como le han convertido en una mermelada amarilla, envasado en un recipiente trasparente de vidrio que exhibe su cabeza en dulce conserva. Me perturba, me asusta.

Pienso, no vale la pena arriesgar y sufrir algo semejante por robar electricidad.

domingo, 21 de marzo de 2010

Recurrente 2

El piso siete, o tal vez el ocho. No estoy seguro. Es bien tarde en la noche y estamos en clases. ¿Quiénes son? Son de colegio y de universidad, pero no reconozco a ninguno. No quiero estar ahí. Pienso que el otro semestre escogeré otro curso mejor. Creo que el profesor me ve con malos ojos. Estoy afuera del aula, dónde hay una terraza y se ve la ciudad. Hay otras clases, más abajo del edificio. Tomé un poco de pliegos de papel periódico, los enrollé en especie de corneta o megáfono, lo puse en mi boca y empecé a hacer muchos ruidos. Ruidos hacia la calle, hacia abajo, hacia el aula. Todos mis compañeros están molestos. El profesor sale, se dirige a mí y dice, por mi culpa, ha suspendido la clase.

Creo que nadie me quiere, creo que todos me odian. Pero no me importa. Recogemos las cosas del aula y bajamos al vestíbulo del edificio. Todos llevamos equipaje. Unas compañeras dan lastima, con su ropa de moda, sus uñas pintadas y sus cabellos lacios perfectos, pipis. Van llegando varios taxis a recogernos. No quiero ser cordial y trato de irme en el primero. Les molesta, soy poco caballeroso. No me importa. Una de ellas se adelanta, abre la cajuela del taxi y se toma su tiempo para colocar sus cosas. El taxi se va sin esperar que ella termine. Ella grita, que ingenua, me da risa.

lunes, 8 de marzo de 2010

Recurrente

El tren viaja rápido a través de las calles de una ciudad que no conozco, mi ciudad. El futurismo se ve en cada edificio, cada detalle. Altos muros de concreto, cerrados con pocas ventanas. Un paisaje minimalista. El tren va paralelo a la autopista. El vagón va medianamente lleno, algunos vamos al mismo lugar. Hay varias paradas antes, no quiero detenerme en la primera entrada, quiero ir al final. Bajo del tren justo dónde hay unas gradas de caracol.

Es el colegio. Subo rápidamente, arriba están todos, Jorge, Ingrid. Nos saludamos calurosamente. Hay examen y no he estudiado nada. Ingrid tiene en sus manos unas tabletas electrónicas enormes que parecen “ipod touch”, está practicando los ejercicios de la tarea. Entramos, nos llaman.
El aula es enorme, no recuerdo tantos compañeros. Entré de último y están ellas dos, no me caen bien. La mesa es larga, rectangular y todos nos sentamos alrededor. La profesora hace preguntas, camina por de un lado a otro. Nadie le presta atención mientras al final de la mesa un grupito habla sin preocupación. Todos llevamos el típico uniforme azul de colegio.

Ellas se acercan y me dicen: “wow, si has cambiado”. Digo “sí, desde el 2000, pero ya estoy bien”. Ella levanta su mano, la acerca a mi cara, toma mis cachetes y los estruja como en un dulce gesto.

martes, 2 de febrero de 2010

Soñar, soñando

Desperté. La playa en Río de Janeiro es espectacular, el paisaje es desolado. Hay mucha naturaleza, la arena es dorada y fina. El día es soleado, se ve el océano completamente azul y a lo lejos se aprecian unos cerros. Cerca de la orilla hay unos grandes peñascos. Una mujer joven se acerca y me dice “te trajimos acá, no quisimos despertarte” es sorprendente amanecer ahí. Viene a mi mente una carta, es de Andrea. Ella está ausente y presente. Nos escribe a nosotros, sus amigos. Nos comenta sobre el viaje, nos promete muchas fotos. La pasó súper, todo marcha muy bien. Me cuenta que la playa es hermosa, lo puedo ver, lo puedo sentir.

Nos despedimos, mientras sigo en la playa, lejos dónde hay un rancho de madera y palmeras. Mis compañeras de trabajo están sentadas. La Dra. Laclé trae a su nieto en brazos, es un bebé hermoso, de cabello pelirrojo intenso, igual a ella. Es el fin de año, estamos de fiesta y aunque hay más gente, no los recuerdo. En el transcurso llegan varias otras hijas de la Dra. Laclé, todas traen sus nietas o nietos de cabello rojo intenso. Jamás pensé que la Dra. Tuviera tantas hijas, la verdad, no las tiene.

martes, 12 de enero de 2010

Diez Años

Ya es mucho tiempo de estar en México, años, vivo ahí. Hay una gran plaza colonial antigua, en Monterrey o Guadalajara. No puedo afirmarlo, Nunca he estado ahí. Tiene mucha vegetación. La plaza estaba desolada. Esta hecha de cemento, mide tal vez unos mil metros cuadrados, de piezas de losas enormes. En un costado hay una iglesia y al centro un desnivel que da a una calle. La plaza se mantiene a un mismo nivel, pero con forme se expande termina a lo alto, desde donde se ve un parque muy exótico. Para bajar, en la mitad hay unas gradas, que dan a la calle, que tiene una enorme pared de cemento y piedra que es la plaza misma. La plaza sale un metro sobre la acera, como un techado.

En medio de la plaza esta Tamara, nos saludamos efusivamente, ella también tiene unos años de vivir ahí. Buscamos un apartamento. Cuando bajamos las gradas nos encontramos a Kevin y Melina. Estamos, como hace 10 años, en el mismo lugar. Nos saludamos, felices, parecemos chiquillos, empezamos a cantar, no recuerdo la canción. Caminamos por la plaza, hasta llegar a una especie de salón, buscando una dirección, no era.

Bajamos las gradas de la plaza a la calle, vienen unas mujeres, oficiales de policía. Vienen a callarnos, estamos haciendo escándalo. Están muy molestas, nos iban a arrestar. Les dijimos que perdón, teníamos risa, que no íbamos a seguir cantando. Que no somos de ahí, que no sabíamos.

lunes, 4 de enero de 2010

Progresivamente Lúgubre

1
Estoy en su oficina, tal vez ni existe, nunca estuve ahí. Le dije “mirá, desde acá se ve el volcán, ¿se puede llegar? Contestó, claro, fácil en 30 minutos…

2
La fiesta es sobre una plataforma construida en madera. Está mi tío y su familia. Hay muchos niños, entre los cinco y diez años. La plataforma es como si fuera le piso de un crucero, pero no estamos en un crucero, aunque todos pensamos que sí. Se eleva sobre la tierra. Un niño sale por la parte de atrás, dónde hay un bosque. El bosque se ve café, como en otoño. El niño se pierde, lo buscamos, lo llamamos, unos guardas de seguridad reportan el incidente, pero el niño está perdido. Hay una maestra que está a cargo de la actividad, no sé quien es, pero esta naturalmente preocupada.

3
No sé de quién es el funeral, voy al cementerio, pero de camino topé con un funeral. Venía la carroza, era extraño. El cementerio son dos aposentos separados, grandes pero no recuerdo un espacio físico en especial, no había nada más allá de los dos recintos. Se siente grisáceo.

Crucé con la carroza, la gente lloraba mucho, desconsolada, no sé quien murió, pero parece que es una persona que ha muerto por motivos inesperados, es lo que pienso.

Cuando pasa la caravana, encuentro un salón donde van a oficiar una última ceremonia. Hay poca gente, me parece ver el féretro puesto, me siento un poco irrespetuoso pasando por ahí, trato de salir rápido. Yo llevaba flores, no se a quien, pero flores al cementerio. Luego de que pasé, las puse sobre el suelo en una tumba.

Acerca

Una bitácora pública de sueños.