Buenos Aires se ve oscura. En esa vieja casa, de madera, gris por dentro y por fuera. Su diseño victoriano contrasta con el abandono. Ese cuarto me inquieta, algo sucede, alguien ha muerto.
domingo, 12 de diciembre de 2010
La Oscura Casa
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miércoles, 8 de septiembre de 2010
La Tormenta
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lunes, 19 de julio de 2010
Donde mi lenguaje no tiene ningún sentido
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viernes, 25 de junio de 2010
La Rueda Elan
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domingo, 20 de junio de 2010
Maya en el Mar
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domingo, 30 de mayo de 2010
El y Mercedes
Parte uno.
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viernes, 30 de abril de 2010
Desahuciado
El profesor nos espera sentado, la clase pequeña con algunos pocos compañeros. Le entrego mi trabajo y me lo devuelve, es una mierda, lo peor que ha visto.
Le digo que se equivoca, con total seguridad y convencido de su error. Cerca veo a Sindy, Ernesto y otra amiga, con mi mirada estoy diciendo que necesito su apoyo, tengo la razón. Pero ellos ríen, se burlan y dicen que me equivoco. El trabajo es una mierda. “reconócelo, es una mierda, es lo peor que hemos visto”.
Me invade una sensación inmensa de tristeza. Estoy abatido. Nada tiene sentido. El profesor está muy molesto. Siento el mundo contra mí. Sé que hay algo mal y quiero mantenerme ecuánime, trato de ignorar lo que sucede. Tomo mis cosas, rápido las pongo en mi salveque, mis amigos me miran como a un loco, con actitud de imbécil, quien no sabe lo que hace, pero dejémosle
Cuando me levanté de la silla el profesor señala que no regrese a clases con un trabajo así, luego agacha la mirada nuevamente hacia el escritorio. Mis amigos me ignoran, hacen ver que mi comportamiento es un capricho sin sentido, que el trabajo está mal.
Mientras salgo de la clase voy colocando los audífonos en mi oído, al darle play “There Goes a Tenner”, bajo las gradas, hay una plaza, tiene dos pisos el aula está arriba, abajo un pabellón y una piscina. Me siento mal.
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lunes, 26 de abril de 2010
Mermelada
Islotes pequeños que forman una ciudad cosmopolita, tal vez Miami. Entre cada pequeña isla hay un puente, ancho, de piedras de cemento pintadas de blanco. Paralelo corre una acera sobre el agua que conecta electricidad a cada isla.
Ahí queremos quedarnos, sin pagar la electricidad. Sobre el extenso puente camina la gente, hay alguna celebración o feria. Mientras, salto de isla en isla tratando de no caer al agua sobre la acera paralela, es peligroso.
Queremos quedarnos, sin pagar. En la última isla hay una torre redonda, comunicada con un segundo nivel por medio de unas gradas de caracol que bajan. Abajo hay un hueco, hay velas prendidas. Un grupo de unas cinco personas negras está ahí, ¿sacerdotes? Al menos uno lo es.
A cargo de ese grupo de sacerdotes está ella. Despreocupada recibe la llamada en su celular, a él lo mataron. A un negro lo han matado tratando de robar la electricidad, yo sé. A ella le cuentan que le han hecho trizas; mientras veo en manos de alguien como le han convertido en una mermelada amarilla, envasado en un recipiente trasparente de vidrio que exhibe su cabeza en dulce conserva. Me perturba, me asusta.
Pienso, no vale la pena arriesgar y sufrir algo semejante por robar electricidad.
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domingo, 21 de marzo de 2010
Recurrente 2
El piso siete, o tal vez el ocho. No estoy seguro. Es bien tarde en la noche y estamos en clases. ¿Quiénes son? Son de colegio y de universidad, pero no reconozco a ninguno. No quiero estar ahí. Pienso que el otro semestre escogeré otro curso mejor. Creo que el profesor me ve con malos ojos. Estoy afuera del aula, dónde hay una terraza y se ve la ciudad. Hay otras clases, más abajo del edificio. Tomé un poco de pliegos de papel periódico, los enrollé en especie de corneta o megáfono, lo puse en mi boca y empecé a hacer muchos ruidos. Ruidos hacia la calle, hacia abajo, hacia el aula. Todos mis compañeros están molestos. El profesor sale, se dirige a mí y dice, por mi culpa, ha suspendido la clase.
Creo que nadie me quiere, creo que todos me odian. Pero no me importa. Recogemos las cosas del aula y bajamos al vestíbulo del edificio. Todos llevamos equipaje. Unas compañeras dan lastima, con su ropa de moda, sus uñas pintadas y sus cabellos lacios perfectos, pipis. Van llegando varios taxis a recogernos. No quiero ser cordial y trato de irme en el primero. Les molesta, soy poco caballeroso. No me importa. Una de ellas se adelanta, abre la cajuela del taxi y se toma su tiempo para colocar sus cosas. El taxi se va sin esperar que ella termine. Ella grita, que ingenua, me da risa.
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lunes, 8 de marzo de 2010
Recurrente
El tren viaja rápido a través de las calles de una ciudad que no conozco, mi ciudad. El futurismo se ve en cada edificio, cada detalle. Altos muros de concreto, cerrados con pocas ventanas. Un paisaje minimalista. El tren va paralelo a la autopista. El vagón va medianamente lleno, algunos vamos al mismo lugar. Hay varias paradas antes, no quiero detenerme en la primera entrada, quiero ir al final. Bajo del tren justo dónde hay unas gradas de caracol.
Es el colegio. Subo rápidamente, arriba están todos, Jorge, Ingrid. Nos saludamos calurosamente. Hay examen y no he estudiado nada. Ingrid tiene en sus manos unas tabletas electrónicas enormes que parecen “ipod touch”, está practicando los ejercicios de la tarea. Entramos, nos llaman.
El aula es enorme, no recuerdo tantos compañeros. Entré de último y están ellas dos, no me caen bien. La mesa es larga, rectangular y todos nos sentamos alrededor. La profesora hace preguntas, camina por de un lado a otro. Nadie le presta atención mientras al final de la mesa un grupito habla sin preocupación. Todos llevamos el típico uniforme azul de colegio.
Ellas se acercan y me dicen: “wow, si has cambiado”. Digo “sí, desde el 2000, pero ya estoy bien”. Ella levanta su mano, la acerca a mi cara, toma mis cachetes y los estruja como en un dulce gesto.
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martes, 2 de febrero de 2010
Soñar, soñando
Desperté. La playa en Río de Janeiro es espectacular, el paisaje es desolado. Hay mucha naturaleza, la arena es dorada y fina. El día es soleado, se ve el océano completamente azul y a lo lejos se aprecian unos cerros. Cerca de la orilla hay unos grandes peñascos. Una mujer joven se acerca y me dice “te trajimos acá, no quisimos despertarte” es sorprendente amanecer ahí. Viene a mi mente una carta, es de Andrea. Ella está ausente y presente. Nos escribe a nosotros, sus amigos. Nos comenta sobre el viaje, nos promete muchas fotos. La pasó súper, todo marcha muy bien. Me cuenta que la playa es hermosa, lo puedo ver, lo puedo sentir.
Nos despedimos, mientras sigo en la playa, lejos dónde hay un rancho de madera y palmeras. Mis compañeras de trabajo están sentadas. La Dra. Laclé trae a su nieto en brazos, es un bebé hermoso, de cabello pelirrojo intenso, igual a ella. Es el fin de año, estamos de fiesta y aunque hay más gente, no los recuerdo. En el transcurso llegan varias otras hijas de la Dra. Laclé, todas traen sus nietas o nietos de cabello rojo intenso. Jamás pensé que la Dra. Tuviera tantas hijas, la verdad, no las tiene.
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martes, 12 de enero de 2010
Diez Años
Ya es mucho tiempo de estar en México, años, vivo ahí. Hay una gran plaza colonial antigua, en Monterrey o Guadalajara. No puedo afirmarlo, Nunca he estado ahí. Tiene mucha vegetación. La plaza estaba desolada. Esta hecha de cemento, mide tal vez unos mil metros cuadrados, de piezas de losas enormes. En un costado hay una iglesia y al centro un desnivel que da a una calle. La plaza se mantiene a un mismo nivel, pero con forme se expande termina a lo alto, desde donde se ve un parque muy exótico. Para bajar, en la mitad hay unas gradas, que dan a la calle, que tiene una enorme pared de cemento y piedra que es la plaza misma. La plaza sale un metro sobre la acera, como un techado.
En medio de la plaza esta Tamara, nos saludamos efusivamente, ella también tiene unos años de vivir ahí. Buscamos un apartamento. Cuando bajamos las gradas nos encontramos a Kevin y Melina. Estamos, como hace 10 años, en el mismo lugar. Nos saludamos, felices, parecemos chiquillos, empezamos a cantar, no recuerdo la canción. Caminamos por la plaza, hasta llegar a una especie de salón, buscando una dirección, no era.
Bajamos las gradas de la plaza a la calle, vienen unas mujeres, oficiales de policía. Vienen a callarnos, estamos haciendo escándalo. Están muy molestas, nos iban a arrestar. Les dijimos que perdón, teníamos risa, que no íbamos a seguir cantando. Que no somos de ahí, que no sabíamos.
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lunes, 4 de enero de 2010
Progresivamente Lúgubre
1
Estoy en su oficina, tal vez ni existe, nunca estuve ahí. Le dije “mirá, desde acá se ve el volcán, ¿se puede llegar? Contestó, claro, fácil en 30 minutos…
2
La fiesta es sobre una plataforma construida en madera. Está mi tío y su familia. Hay muchos niños, entre los cinco y diez años. La plataforma es como si fuera le piso de un crucero, pero no estamos en un crucero, aunque todos pensamos que sí. Se eleva sobre la tierra. Un niño sale por la parte de atrás, dónde hay un bosque. El bosque se ve café, como en otoño. El niño se pierde, lo buscamos, lo llamamos, unos guardas de seguridad reportan el incidente, pero el niño está perdido. Hay una maestra que está a cargo de la actividad, no sé quien es, pero esta naturalmente preocupada.
3
No sé de quién es el funeral, voy al cementerio, pero de camino topé con un funeral. Venía la carroza, era extraño. El cementerio son dos aposentos separados, grandes pero no recuerdo un espacio físico en especial, no había nada más allá de los dos recintos. Se siente grisáceo.
Crucé con la carroza, la gente lloraba mucho, desconsolada, no sé quien murió, pero parece que es una persona que ha muerto por motivos inesperados, es lo que pienso.
Cuando pasa la caravana, encuentro un salón donde van a oficiar una última ceremonia. Hay poca gente, me parece ver el féretro puesto, me siento un poco irrespetuoso pasando por ahí, trato de salir rápido. Yo llevaba flores, no se a quien, pero flores al cementerio. Luego de que pasé, las puse sobre el suelo en una tumba.
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