lunes, 8 de marzo de 2010

Recurrente

El tren viaja rápido a través de las calles de una ciudad que no conozco, mi ciudad. El futurismo se ve en cada edificio, cada detalle. Altos muros de concreto, cerrados con pocas ventanas. Un paisaje minimalista. El tren va paralelo a la autopista. El vagón va medianamente lleno, algunos vamos al mismo lugar. Hay varias paradas antes, no quiero detenerme en la primera entrada, quiero ir al final. Bajo del tren justo dónde hay unas gradas de caracol.

Es el colegio. Subo rápidamente, arriba están todos, Jorge, Ingrid. Nos saludamos calurosamente. Hay examen y no he estudiado nada. Ingrid tiene en sus manos unas tabletas electrónicas enormes que parecen “ipod touch”, está practicando los ejercicios de la tarea. Entramos, nos llaman.
El aula es enorme, no recuerdo tantos compañeros. Entré de último y están ellas dos, no me caen bien. La mesa es larga, rectangular y todos nos sentamos alrededor. La profesora hace preguntas, camina por de un lado a otro. Nadie le presta atención mientras al final de la mesa un grupito habla sin preocupación. Todos llevamos el típico uniforme azul de colegio.

Ellas se acercan y me dicen: “wow, si has cambiado”. Digo “sí, desde el 2000, pero ya estoy bien”. Ella levanta su mano, la acerca a mi cara, toma mis cachetes y los estruja como en un dulce gesto.

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Una bitácora pública de sueños.